Seguido escuchamos las llamadas para trabajar por la paz y reconciliación en nuestro país (los Estados Unidos) después de un acto de terrorismo –pero, ignoramos que nuestra misma cultura está uniendo con un temor del uno a otro. Nuestra cultura teme las diferencias, y eso alimenta “la supremacía blanca” porque nos quedamos callados mientras el mensaje de racismo de los que están en el poder sigue siendo el que la mayoría escucha. Danielle Castillejo, un estudiante de MA in Asesoramiento Psicología, comunica una llamada poderosa para nosotros: hablar de la verdad a los que están en el poder, y atraer conversaciones abiertas sobre las maneras en que “la supremacía blanca” se infiltra en todos aspectos de la vida. Si usted quiere leer este artículo en Ingles, haz click aquí.


Una canción de raíces cristianas dice que todos los niños son preciosos en los ojos de Dios, pero no es así en los Estados Unidos. En la narración de La Causa Perdida (explicado por Jemar Tisby) nos encontramos después de la Guerra Civil de los Estados Unidos (1861-1865), la economía dependía de la labor de los esclavos de África, y después de la guerra, querían mantener su poder sobre los africanos (aunque ya eran libres). Esta narración idealizaba el sur de los Estados Unidos como virtuosa y heroica. En su libro, Jemar Tisby explica, “En la narración de La Causa Perdida, el sur de los Estados Unidos, quería nada más que estar solo para preservar su civilización idílica, pero atacaron agresivamente los del norte de los Estados Unidos – la parte del país sin Dios, llegaron a destruir una sociedad estable, llamando por a emancipación (los esclavos) e invitando a la intrusión del gobierno federal a una sociedad de pueblos pequeños y vida rural.” Esta narración alimentaba una forma de pensar peligrosa y violenta, “la supremacía blanca” y también organizaciones como el “Ku Klux Klan.”

La narración de La Causa Perdida ha sido hábilmente regurgitada como el slogan del Trump, “Haz América Genial de Nuevo.” Usando esta narración de un tiempo idealizado, nuestro presidente Trump ha jugado con los temores de muchos americanos blancos: una “invasión” de latinxs, van a robar trabajos, hacer delitos, y quebrantar la sociedad normal de los Estados Unidos. Trump ha introducido un mensaje viejo y peligroso: América ha sido lo mejor cuando estaba agobiando, como los días del pasado cuando los blancos tenían casi todo el poder sobre la economía, la espiritualidad y la sociedad. La América vieja mataba, violaba y deshumanizaba los esclavos (los africanos) antes de la guerra civil y después del fin de la guerra civil. Eso no paraba. América no titubea en hacer lo mismo a otras personas de color – las personas que no son blancas. No es que la circunstancia de América halla cambiado tanto en nuestros tiempos, pero Trump nos está diciendo que sí.

La masacre del 2019 de los latinxs en El Paso, Texas y las deportaciones en Mississippi no son más que la proliferación de la mentalidad del esclavo, y la narración de La Causa Perdida – América seria genial sin ustedes. Trump y sus seguidores necesitan el silencio, complicidad y apoyo de los cristianos para mantener este mensaje de temor. Las llamadas pidiendo paz, oración y reconciliación son tópicos que llaman nuestra atención, pero ignoran el propósito del racismo: el racismo quiere destruir y matar los latinxs y otras personas de color. Yo, también, quiero paz – paz que viene después de reconocer la violencia y los delitos en contra de los latinxs y personas de color. No podemos tener paz sin arrepentimiento colectivo por la violencia en contra de los inocentes, incluyendo el mío. Si hemos participado en bromas racistas, si hemos usado estereotipos para justificar nuestras acciones, o jalar el gatillo, hemos participado en una cultura que odia las diferencias.

Cuando gente me pregunta si amo mis enemigos, puedo decir que, “si.” Pero amar mis enemigos significa que apoyo la verdad con mi voz, no es sacrificar mi familia en un altar al dios de “la supremacía blanca.”

“Jesús tomo una postura en contra de lo normal de la sociedad y hablo la verdad a los poderosos. Y yo también escojo vivir una vida de valor, abogando por otras personas, también para mi familia, y yo mismo.”

La gente me pregunta, “estas enojada?” Mi respuesta, “si.” Estoy enojada porque he creído la narración típica de los Estados Unidos, escrito en libros que las personas del poder dicen que son la verdad. Pero, realmente sus libros cumplen la narración de los poderosos. Estoy enojada porque conozco el daño que ha hecho mi país, los Estados Unidos, y a veces estoy como congelada y no puedo hablar – no tengo voz. Y, estoy enojada porque hay una proliferación de rumores y Trump está trabajando para deshumanizar los latinxs y otras personas de color.

Necesitamos tener conversaciones con nuestros vecinos, los de nuestras iglesias, nuestras familias, nuestros compañeros del trabajo – los líderes de nuestros Iglesias, comunidades y organizaciones sobre las maneras pequeñas y grandes que hace daño la forma de pensar, “la supremacía blanca”. Escuche una viejita blanca que tiene más de 80 años, examinar sus estereotipos sobre personas de otras raíces. Ella estaba preguntando a si misma sobre donde aprendió a temer de los hombres de color y está trabajando en contraatacar eso pensamientos cuando se da cuenta. Esta manera de pensar es lo que todos nosotros necesitamos practicar.

Yo pertenezco a Jesús. Su vida de amor es un faro de esperanza. Su oferta de rendición incluye las personas blancas, negras, rojas, amarillas, cafés, y también personas de combinaciones de los colores – todos nosotros. Su mensaje de reconciliación es una llamada de honra. Espero que Jesús se encuentre en nuestras vidas como esperanza, rendición, reconciliación y honra mientras estamos peleando en contra de la historia, el presente, y el futuro del racismo.